La identidad humana es una pregunta que ha movido durante años la psicología, intentando descifrar todos los "yoes" que habitamos como: las personalidades, el ego, el espíritu, el alma, el yo superior, el súper yo, etcétera. Todo en el intento de entender e integrar las partes que todavía no llegamos a comprender del ser humano.
¿Quién soy? Fue y es una pregunta prácticamente necesaria de plantear para los antiguos sabios y pensadores, apoyada por frases como: "Conócete a ti mismo y conocerás a Dios". Todos usaban de forma razonable su intelecto para intentar contestarla, pero cada vez que los cimientos de su estructura humana eran trastocados, surgía de nuevo la inquietante incógnita de quién soy yo.
Durante el camino hemos sentido la necesidad de profundizar más en la corteza mental humana, atravesando el razonamiento y aterrizando en las emociones y sensaciones que recorren nuestro interior. Poco a poco nos vamos dando cuenta de que tenemos una serie de personajes o subpersonalidades que van jugando según lo que se experimenta, puede salir el controlador, el miedoso, el atrevido, etcétera. Tal vez una respuesta a infinita pregunta puede ser: "Somos muchos"
Si todos estos personajes tuviesen su espacio y fuesen aceptados, tal vez la respuesta a la pregunta sería clara y concisa, sin embargo, reprimimos bastantes de esos personajes. Por ejemplo, reprimiendo subpersonalidades lo más común es sentirnos heridos o culpables, "no debería enfadarme" y reprimo como me siento y el personaje que se encarga de procesarlo. Por eso hablamos tanto de unidad, de aceptar, expresar y dejar ir. Cuando reprimimos, le estamos dando fuerza, cuando sencillamente lo dejamos salir, la herida se va drenando hasta que sana.
En general aceptamos nuestros yoes según nuestra experiencia, genética, posición familiar, cultura, etcétera. Aquello que está "aceptado" dentro de unas leyes inconscientes. Por otro lado, rechazamos todo lo contrario, aquello que está "mal visto" por esas leyes, pero estos yoes rechazados nos complementarán por otros sitios de nuestra realidad:
Por ejemplo, un hombre vergonzoso, calmado y miedoso, lo más seguro es que se case con una mujer atrevida, extrovertida y confiada, si no es su mujer, tal vez es un amigo muy cercano, un compañero de trabajado, o tal vez su hijo.
Carl Gustav Jung nos lo muestra como Sombra. Cuando una persona nos molesta especialmente, estaremos delante de aquella personalidad que hemos reprimido. De la misma manera ocurre cuando vemos a alguien que idolatramos. Cuando vivimos estas relaciones de manera inconsciente, podemos llegar a sentirnos dependientes o muy culpables en relación a ellos.
La psicología recoge las subpersonalidades más destacadas en el ser humano:
El niño interior
El niño interior se sitúa como la subpersonalidad primaria, es la que se forma en la parte más joven y vulnerable del ser humano y la que determinará muchas de las subpersonalidades futuras. El trabajo con este niño interior consiste en ayudarle a crecer, puede parecer una tarea simple, pero la gran mayoría de las personas nos quedamos a la edad en la que nos faltó amor, atención o reconocimiento.
Este niño nos permite jugar con la magia, la ternura, la espontaneidad, la sorpresa, la fiesta, el cariño, la risa, la alegría, etcétera.
En terapia, algo que me ha ocurrido siempre que hemos podido profundizar en más de una sesión, ha sido que hemos llegado a la infancia de la persona prácticamente sin darnos cuenta, encontrando las necesidades que no fueron cubiertas en ese momento o las experiencias que le marcaron. Cuando trabajamos con eso y se libera, yo sinceramente veo a un niño feliz, tenga la edad que tenga.
Por otra parte, un niño interior tremendamente desarrollado puede llevarnos a una inmadurez emocional que nos aleje de toda responsabilidad, tanto interior como exterior.
Cuando el niño va creciendo, nace otra subpersonalidad, encargada del cuidado de nuestro niño interior.
El Padre Interior
El padre interior se encarga de nuestras necesidades, del amor, la atención, el reconocimiento, nuestra salud, nuestro bienestar. Es un padre que nos cuida y nos protege e intenta que estemos felices y contentos. El padre interior es el que nos permite o no, hacer o deshacer cosas. Usa su control para intentar hacer siempre "lo correcto".
Un padre muy desarrollado puede ser miedoso, sobreprotector, victimísta, obsesivo, crea culpabilidad, un excesivo control, trabajo en exceso, etcétera.
El Complaciente
El Complaciente se encarga mucho de la supervivencia y las relaciones con los demás, modera el tono, las palabras, las bromas, los gestos, las sonrisas, intenta que todos estén contentos, etcétera.
Si complaciente se acostumbra o cree que todos están contentos en su presencia, cuando esto no sea así, se sentirá culpable, actuando de forma automática para intentar "arreglar" las cosas. Esto nos puede llevar a una represión de nuestras necesidades por complacer a los demás, pudiendo perder completamente lo que la persona quiere y siendo movida por lo que los demás quieren de él, pasando a ser una marioneta.
El Crítico Interior
Este es nuestro juez interior, quién observa el mundo y decide lo que está bien y lo que está mal. Busca siempre cosas para mejorar según su criterio y le encanta la perfección. Su juicio es dependiente de la experiencia y algunas veces puede resultar severo e inflexible.
A raíz de estas cuatro subpersonalidades podemos contemplar otras muchas subpersonalidades que se adaptan a nuestras experiencias como: el romántico, el controlador, el intelectual, el pacificador, el aventurero, etcétera.
Una terapia que ayuda a reconocer e integrar estas subpersonalidades se llama: Proceso Big Mind. La adaptación de su creador, Dennis Genpo Merzel, junta la meditación con la terapia transpersonal, llegando a descubrimientos profundos.
Yo he tenido la oportunidad de experimentar en terapia algunas pinceladas de esta técnica y los resultados son brillantes.
En general podemos ver que estas subpersonalidades son una forma de relacionarnos con el mundo, una forma "sana" de estar en comunión y no reprimirlas puede ser aceptando todas, pero sin identificarnos con ninguna. No nos identifican porque son partes de un todo,
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