Foto de Trey Ratcliff
Un día se presentó ante un anciano que tenía fama de sabio, un joven con aspecto atribulado que de forma apresurada le dijo:
"Maestro, estoy desesperado, me siento tan miserable que me faltan las fuerzas para emprender cualquier cosa. Pienso que no sirvo para nada y que mi vida es un fracaso. En realidad, nadie me escucha ni aprecia la buena intención de mis palabras. Me han dicho que vuestros remedios y enseñanzas son muy especiales. Estoy dispuesto a serviros en lo que necesitéis, pero por favor, guiadme a la solución de mi problema. ¿Qué puedo hacer?"
El anciano, sin casi mirarlo le dijo: "Cuánto lo siento, muchacho, no puedo ayudarte ya que primero debo resolver mi propio problema. Quizás después..." Y haciendo una pausa agregó "Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver mi asunto con más rapidez y después, tal vez podría ayudarte".
"De acuerdo Maestro", contestó el joven con un rayo de esperanza, ¿"qué puedo hacer yo por ti"?