Reconozco mi otro yo y en su declinar, resplandezco
Gran camino el de la aceptación y el abrazo al cuerpo que habitamos y a lo que expresamos en el alma como personas. Efectivamente todo hombre y mujer conforme su edad avanza, enfrentan una de las pérdidas más difíciles de ser aceptadas. Sucede que las arrugas, así como cierta barriga y grasas varias, aparecen al tiempo que son asumidas en un proceso personal que precisa de una inteligencia con mayores competencias.
Y si bien los hombres parece que envejecen con un aire de “interesantes”, mostrando al tiempo su bolsillo, cierto manejo del mundo y algunas canas. Por el contrario, las mujeres enfrentan otro reto cuando los hijos se van de casa y a menudo se sienten caducadas. Gran prueba para una mujer que constituyó su valor en la belleza física, y que ahora es otro arquetipo, el de Sofía el que toca encarnarla. Atrás quedó la Eva, la Amazona y la Madre tan bella, ahora es el amor cultivado de su corazón la que quiere el testigo de una vejez disfrutada y serena.
Se diría que La inteligencia de vida, al tiempo que parece cerrarnos una puerta, abre otra en proporción a nuestra pérdida. Con la vejez, pocas cosas están tan claras como que la carrera de la sabiduría ha sido comenzada. Y de pronto es el Misterio lo que ocupa un puesto clave en la dirección de aquel bólido convertido en diesel, un diesel no ajeno al erotismo refinado, la capacidad de inspirar entrega y la ternura que a todo acompaña.